“..Cosas chicas para el mundo pero grandes para mí..!!”

 

Los seres humanos estamos hechos de materia palpable, de estructura visible, de hueso y carne revestida. Pero también, de otras series de elementos ya no tan evidentes a los sentidos, estamos sostenidos por esperanzas, por deseos, por sufrimientos, por compromisos, por amores, ... y por sueños aún no consumados. Y, en ocasiones, llevamos como un “abigarrado equipaje” en el alma, el deseo casi oculto de que no nos iremos de este mundo sin cumplir con nuestro modesto cometido, con nuestro capricho personal aun no realizado. El tamaño de este Sueño no hace a la cosa, el tamaño del Sueño es íntimo a cada uno y muchas veces no está para mostrarse sino para cumplirse tan solo para dar saciedad a nuestra inquietud, nacida quién sabe por que misterios de la vida.  Algunos quisieron volar, .. o vivir eternamente, .. o colgarla del ángulo con la Amsterdam delirando.

 Como la vida no regala nada, la mayoría de las veces no es que el Sueño no intentado se desvanezca, sino que es nuestra voluntad realizadora la que se va horadando. A veces lo intentamos y no tenemos suerte, y nuevamente debemos apelar al motor de la voluntad para luchar contra la frustración y retornar a la carga quijotesca.

 Vivimos con la “zanahoria” que nos promete momentos de felicidad, y para lograrla, a veces, algunos cambiamos nuestros Sueños con tal de acercarlos y revivir nuestra esperanza. Pero aquél Sueño primario, original, no nos dejará fácilmente y permanecerá a la espera como haciéndonos sentir culpables por tan cobarde abandono. Nos acecha y tortura. Y pedimos ayuda.

Pedro tenía un Sueño, un sueño humilde y largamente sostenido que nació sin proponérselo (por aquellos misterios de la vida) cuando tan solo con 10 años su padre lo llevó a jugar ajedrez contra el Maestro, quién lo deslumbró por su genio, capaz de competir contra la multitud de un centenar de trebejistas.

 Pasaron los años, los lustros, las décadas,... la vida hizo de las suyas.

Entonces Pedro necesitaba estar del otro lado de las mesas de ajedrez, ¿desafiar al genio 52 años después, o re encontrar al niño perdido en el tiempo?. ¡Qué importa, los sueños se hicieron para cumplirse, los humildes y los gigantes.! Tu, Pedro, lograste “un momento de felicidad duradera”, te lo vimos en la cara la tardecita de la Plaza Lafone cuando cansado y apurado como siempre, cargaste tu bolso con juegos, y rodeado por tus nietos (tus hijos, tu sangre, ¿aquél niño..?) te fuiste con la íntima satisfacción del deber cumplido.

 

 

Gustavo Sancristóbal